rozándome el alma,
sintiéndome menos.
Es estar ocupando un cuerpo
a veces consciente,
de la forma más inconsciente.
Ironía pensar
que habito un cuerpo,
que tengo un alma,
que tengo mis ojos,
que tengo a mi espalda...
¡no tengo nada!
porque no todo me pertenece.
Tengo energía, soy energía, y
ésta se transforma;
transformo mi vida o
transformo mi muerte, o
al menos lo que se de ellas
como lo que se del espacio y sus estrellas.
Sí, ocupo un espacio
y soy parte del espacio,
aunque siento un vacío
el más grande espacio.
Ajeno a mi,
ajeno al hogar,
ajeno a la gente,
ajeno al corazón,
ajeno a la mente.
Y entonces regreso sintiéndome extraño,
rasgando mi alma
actuando como ermitaño.